Dejemos de poner corcho para no escuchar los ruidos


Siete de abril de 2021, leo el siguiente titular: "Vecinos de la mujer encerrada dos años: 'Puse corcho en la pared por el ruido'". No puedo evitar pensar en lo que pasó ayer.

Seis de abril, sale la noticia: una mujer llevaba dos años secuestrada por su marido. La leo el día siete por la mañana, ayer estuve muy desconectada, mientras me tomo el segundo café del día y empiezo a alucinar una vez más con la sociedad en la que vivimos. 

Una chica de 23 años sufrió torturas durante dos años en un piso de Madrid. Su marido la agredía físicamente, llegando a utilizar cuchillos; amenazaba con matarla a ella y con ir a su país de origen a asesinar a su familia. Le encontraron lesiones en la cara, la cabeza y el cuerpo. Cuando él se iba a trabajar, la dejaba encerrada bajo llave. 

Pero aquí llega la parte más fuerte: quien denunció los hechos fue un amigo que vivía en Alicante porque sus vecinos no hicieron nada. 

Según sus declaraciones era una pareja muy extraña, a ella solo la habían visto en el quicio de la puerta y, aquí llega lo más fuerte, llegaron a poner corcho en la pared para no escuchar los ruidos


¿Qué ruidos? ¿Los de los golpes que su marido le daba? ¿Los de los gritos que ella emitía? Esto me recuerda muchísimo  a lo que sucedió ayer. 

Estaba en una plaza con una amiga y de pronto empezamos a escuchar ruidos y golpes. Mi colega me dice "¿Están tirando un edificio?", yo le respondo "No sé si el edificio, pero parece que están lanzando los muebles al suelo". De pronto comenzamos a escuchar gritos. 

En dos minutos nos ponemos de acuerdo con un chico, que no conocíamos de nada, para hacer algo frente a esta situación. Están en una casa y el timbre es de código, así que no sabemos cómo intervenir. Decidimos llamar a la policía. 

Cuando la policía llega, llama varias veces sin obtener respuesta. Nosotras preocupadas porque si no les habrían no podían hacer nada al "no tener constancia de que su vida está en peligro". 

De pronto timbran al edificio de al lado, eran edificios de una sola planta, y baja una señora. Le preguntan si ha escuchado algo, ella responde "Sí... Sí, pero no fue aquí. Era en la casa de al lado"

Esa señora respondió "Sí..." a unos gritos que hicieron que mi amiga y yo, desde la calle, nos pusiéramos de acuerdo con un chico que no conocíamos de nada para intentar parar aquello de alguna manera. 

Pues ella lo había escuchado igual que nosotras, quizá más alto que nosotras, y allí estaba tan tranquila. Pared con pared.

De verdad, tenemos que dejar de ver la violencia en casas ajenas como algo privado. Puede que llamando a la policía nos equivoquemos pero ¿qué es lo que pasa si no nos equivocamos? ¿cuántas asesinadas más nos hacen falta para empezar a intervenir?

No podemos poner corcho para dejar de escuchar los gritos. Tenemos que dejar de normalizar la violencia porque haya un muro que nos separe de ella. 



Comentarios

Entradas populares de este blog

Transfeminismo o barbarie