"La construcción del intersexual moderno" Anne Fausto-Sterling


En su libro Cuerpos sexuados Anne Fausto Sterling, profesora de biología y estudios de género en la Universidad de Brown, nos habla del nacimiento científico de la intersexualidad. A continuación transcribo un fragmento de dicho libro:

"A medida que la biología se constituyó en disciplina organizada a finales del siglo XVIII y principios del XIX, fue ganando cada vez más autoridad sobre la disposición de los cuerpos ambigüos. Los científicos decimonónicos adquirieron una percepción clara de los aspectos estadísticos de la variación natural, pero este conocimiento trajo consigo la autoridad para declarar que ciertos cuerpos eran anormales y requerían una corrección. El biólogo Isidore Feoffroy Saint-Hilaire interpretó un papel protagonista en la reformulación de las ideas sobre las diferencias sexuales. Fundó una nueva ciencia, que llamó teratología, para el estudio y la clasificación de los nacimientos inusuales. Saint-Hilaire y otros biólogos de su misma cuerda se pusieron a estudiar todas las anomalías anatómicas, y establecieron dos importantes principìos que comenzaron a inspirar las aproximaciones médicas a la variación natural.

En primer lugar, Saint-Hilaire argumentó que 'la Naturaleza es todo' (es decir, que incluso los nacimientos inusuales o los llamados 'monstruosos' eran parte de la naturaleza). En segundo lugar, basándose en conceptos estadísticos de nuevo cuño, proclamó que los hermafroditas y otras anomalías de nacimiento eran producto de un desarrollo embrionario anormal. A su vez, el estudio de las variaciones anormales podía arrojar luz sobre los procesos normales. Saint-Hilaire creía que desentrañar los orígenes del hermafroditismo conduciría a una comprensión más general del desarrollo de las diferencias sexuales. Esta trasposición científica de la proverbial fascinación por los hermafroditas ha seguido siendo, hasta día de hoy, un principio guía de la investigación científica sobre las bases biológicas del sexo, los roles sexuales y las conductas de los no intersexuales (...).

Los escritos de Saint-Hilaire no sólo fueron importantes para la comunidad científica, sino que también cumplieron una nueva función social. Si en los siglos anteriores los cuerpos inusuales habían sido tratados como antinaturales y monstruosos, el nuevo campo de la teratología ofrecía una explicación natural del nacimiento de gente con cuerpos extraordinarios. Al mismo tiempo, sin embargo, redefinió tales cuerpos como patológicos, como aberraciones curables en virtud de un conocimiento médico incrementado. Irónicamente, pues, el conocimiento científico sirvió para borrar del mapa precisamente los fenómenos que iluminaba. A mediados del siglo XX, la tecnología había 'avanzado' hasta el punto de poder hacer desaparecer de la vista cuerpos que en otro tiempo habían sido objeto de asombro y perplejidad, todo en nombre de 'la corrección de los errores de la naturaleza'.

La desaparición del hermafrodita se basó en gran medida en la técnica científica estándar de la clasificación. Saint-Hilaire dividía el cuerpo en 'segmentos sexuales', tres a la izquierda y tres a la derecha: la 'porción profunda', que contenía los ovarios, los testículos o estructuras relacionadas; la 'porción media', que contenía estructuras sexuales internas como el útero y las vesículas seminales, y la 'porción externa', que incluía los genitales externos. Si los seis segmentos eran plenamente masculinos, sentenció, también lo era el cuerpo. Si los seis eran femeninos, el cuerpo también. Pero si se daba una combinación de segmentos masculinos y femeninos, el resultado era un hermafrodita. Así pues, el sistema de Saint-Hilaire continuaba reconociendo la legitimidad de la variedad sexual, pero subdividía a los hermafroditas en varios tipos, lo que puso los cimientos de la diferenciación posterior entre hermafroditas 'verdaderos' y 'falsos'. Puesto que los hermafroditas 'verdaderos' eran muy raros, este sistema de clasificación hacía la intersexualidad virtualmente invisible. 

A finales de la década de 1830, un médico llamado James Young Simpson, abundando en el enfoque de Saint-Hilaire, propuso clasificar los hermafroditas en 'espurios' y 'auténticos'. En los primeros, escribió, 'los órganos genitales y la configuración sexual general de un sexo se aproximan, por un desarrollo imperfecto o anormal, a los del sexo opuesto', mientras que en los hermafroditas auténticos 'coexisten en el cuerpo del mismo individuo más o menos órganos genitales'. En la visión de Simpson, los 'órganos genitales' incluían, además de los ovarios o testículos (las gónadas), estructuras como el útero o las vesículas seminales. Así, un hermafrodita auténtico, podía tener ovarios y vesículas seminales, o testículos y útero. 

La teoría de Simpson presagiaba lo que la historiadora Alice Dreger ha llamado 'la edad de las gónadas'. El honor de otorgar plenos poderes a las gónadas recayó en un médico alemán llamado Theodor Albrecht Klebs, quien publicó sus ideas en 1876. Como Simpson, Klebs distinguió entre 'hermafroditas verdaderos' y 'seudohermafroditas'. Restringió la primera categoría a los individuos que tenían tejido ovárico y testicular a la vez en su cuerpo. El resto de anatomías mixtas (personas con pene y ovarios, o testículos y vagina, o útero y bigote) no correspondían a hermafroditas auténticos en el sistema de Klebs. Ahora bien, si no eran hermafroditas, ¿qué eran? Klebs pensaba que bajo cada una de aquellas superficies engañosas se escondía un cuerpo que en realidad era o masculino o femenino. Insistió en que las gónadas eran el único factor definitorio del sexo biológico. Un cuerpo con dos ovarios era femenino, por muy masculina que fuera su apariencia. Y un cuerpo con dos testículos era masculino. No importaba si no eran funcionales y su portador tenía mamas y vagina: los testículos hacían al macho. Como ha señalado Dreger, la consecuencia de este razonamiento fue que menos gente contaba como 'auténticamente' masculina y femenina a la vez. La ciencia médica estaba obrando su magia: los hermafroditas comenzaban a desaparecer. 

Una vez las gónadas se convirtieron en el factor decisivo hacía falta algo más que el sentido común para identificar el sexo auténtico del individuo. Las herramientas de la ciencia (en la forma de un microscopio y nuevos métodos de preparación de tejidos para su examen microscópico) se hicieron esenciales. Rápidamente, las imágenes de cuerpos hermafroditas desaparecieron de las revistas médicas, reemplazadas por abstractas micrografías de cortes finos y meticulosamente teñidos de tejido gonadal. Además, como observa Dreger, el estadio primitivo de las técnicas quirúrgicas, en especial la falta de anestesia y antisepsia, a finales del XIX implicaba que los médicos sólo podían obtener muestras de tejido gonadal tras la muerte o la castración del sujeto: 'Escasos, muertos, impotentes: ¡los hermafroditas auténticos se habían convertido en un grupo ciertamente lastimoso!'. En cuanto a las personas de sexo mixto, simplemente desaparecieron, no porque hubieran disminuido, sino porque la clasificación científica no contemplaba su existencia. 

Hacia el cambio de siglo (en 1896, para ser exactos) los médicos británicos George F. Blackler y William P. Lawrence escribieron un artículo en el que examinaban informes anteriores del hermafroditismo auténtico. Habían encontrado que sólo tres de veintiocho casos cumplían las nuevas normas. Al estilo orwelliano, limpiaron los registros médicos pasados de informes de hermafroditismo, con el argumento de que no satisfacían los estándares científicos modernos, mientras que muy pocos casos satisfacían el criterio estricto de la verificación microscópica de la presencia de tejido gonadal de ambos sexos."




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