Traducción de 'Feminismos, cunetas y cadáveres emocionales' - Brigitte Vasallo

Me he permitido el lujo de traducir al castellano un artículo escrito por Brigitte Vasallo en catalán para www.directa.cat. Espero no haberla liado demasiado, os dejo aquí el artículo original.


"Llevo muchos meses alejada de los espacios feministas y lésbicos de Barcelona a consecuencia de una situación que he tardado en identificar como violencia porque se inscribe en el contexto de una ruptura amorosa. Un contexto donde hemos interiorizado que todo vale en un mundo en donde los cadáveres emocionales no merecen ni un instante de silencio.


Si hablo de manera pública es por muchas razones: porque ya he probado todas las formas privadas de mediación y la violencia no se detiene; porque las denuncias de compañeras en situaciones realmente bestias nos salvan colectivamente y yo estoy muerta de miedo de denunciar algo mucho más pequeña y me siento cobarde, siento que soy una mentira si no lo hago; porque yo tengo un montón de herramientas para defenderme: tengo poder, tengo legitimidad, tengo visibilidad, tengo una red de amor que me ha salvado la vida, tengo la escritura, lo tengo todo. Y porque pienso que si, a pesar de todo esto, llevo meses excluida de los únicos espacios de socialización que tenemos las lesbianas... ¿cuántas compañeras hay encerradas en casa solas, tiradas en la cuneta, mientras sus ex parejas ocupan todos los espacios y ejercen todas éstas violencias emocionales que no sabemos ni nombrar? Y todavía, porque quiero preguntarnos colectivamente qué hacemos con ello, como espacios libres de violencia, qué hacemos como feministas. 

Con tantos años como llevo he podido reconocer tres patrones generales de ruptura por sustitución, es decir, cuando aparece una nueva persona.  Al primero lo llamo ruptura, simplemente. Los parámetros del amor confrontacional nos han hecho creer que la ruptura es cualquier cosa y encuentro importante separar el grano de la paja. Una ruptura es un proceso entre personas que se han estimado o se quieren y que deciden cambiar la forma de la relación. Pocas veces sucede de mutuo acuerdo y es doloroso siempre, especialmente para la persona que cae de la ecuación al ser sustituida, pero el desconsuelo es más fácil y digerible si todas las personas lo acompañan y lo acogen. Los procesos de este duelo no están libres de rabia, pero la rabia se puede gestionar en el marco de la ternura también. Darse tiempo y distancia es importante, así como pactar los espacios de socialización común respetando los tiempos de duelo de todos. En una ruptura se pierden muchas cosas: un proyecto de futuro, lo cotidiano, las redes familiares. Especialmente si hay criaturas involucradas de una u otra parte, es imprescindible también una despedida respetuosa y desculpabilizadora. Es decir, hay que cerrar la relación, como haríamos con una casa o con un proyecto. Porque una relación también es eso, una casa y un proyecto que cerramos. En las comunidades pequeñas, como las lesbianas o las comunidades rurales, disponemos de muchas herramientas desarrolladas en este sentido y de muchos ejemplos de cómo se puede hacer sin tener que inventar muchas cosas. Poniendo simplemente el cuidado en el centro. 

Hay otro tipo de ruptura por sustitución, pero incluye el abandono: considerar que el duelo ya no forma parte del espacio común. En comunidades grandes es posible un cambio de entorno y aplicar aquello de 'ojos que no ven, corazón que no siente'. Esta sería la clásica ruptura heterosexual, pero no siempre es sencilla: repasad vuestros grupos activistas y de redes de amistades, seguro que hay gente (especialmente mujeres) que han desaparecido después de una separación y no se ha hecho nada. 

Estos meses me han acompañado grandes amigas que trabajan sobre acoso escolar, en casos de violencia entre iguales que se encuentran en situación de desigualdad, y me han ayudado a identificar este proceso como una situación de acoso escolar (entre adultas). Una forma de abuso sostenida entre iguales donde la desigualdad viene marcada por la fragilidad emocional que la situación genera en cada parte.

Esta forma de ruptura, como cualquier otro bullying, responsabiliza a la persona abusada de su situación. Es también un clásico del amor romántico: la anterior compañera pasa a ser el enemigo a abatir para demostrar que la nueva pareja es el amor de verdad y, como tal, el único amor también de manera retrospectiva. Revisión repentina de la historia común redefinida como error, como violenta, en una narrativa surgida, curiosamente, sólo cuando aparece este nuevo amor. Esta forma de ruptura, con unas violencias gratuitas, sólo se entiende pasándola por el filtro de la confrontación femenina y la construcción de género. Que alguien deje a su pareja para estar contigo es una inyección de ego en términos patriarcales que, si no se trabaja, lleva a un exibicionismo obsceno muy doloroso para la persona abandonada y de muy poca sororidad. Y, por otra parte, en contextos feministas donde el poliamor ha puesto en duda la necesidad de abandono por sustitución, la calumnia limpia la conciencia y la imagen de la persona que ha sustituido una relación por otra, que camufla la violencia que ejerce en una especie de autojusticia. El error de todo esto es el principio mismo: cambiar de pareja es un proceso doloroso pero no necesariamente violento y forma parte del devenir de la vida. Violenta es la manera de hacerlo y es una elección el hacerlo así. 

A estas alturas ya tengo muchos testigos de que en mi caso ha habido crueldad intencional. Y es que una de las cosas que tiene el feminismo es que llegas a un punto en el que no puedes soportar ver según qué cosas, escuchar según qué bromas o según qué comentarios, leer según qué cosas y no hacer nada, aunque no hablen de ti. Que haya sido intencional sin embargo, ya es una cuestión privada. El tema que quiero poner sobre la mesa es, al menos, la falta de cuidado, sostenida durante meses y ante tantos testigos. La cuestión es si nuestra política de cuidados incluye o desatiende esta forma de abuso que vivimos constantemente. Y la cuestión también es, como feministas, qué nos pasa cuando vemos esto y nos incomoda pero no sabemos como actuar o sólo se nos ocurre enviar un mensaje privado a la víctima diciendo 'no le deseo a nadie lo que te están haciendo a tí'.

Pienso mucho en la frase 'todo este ruido' de un disco de Clara Peya. Todo este ruido a mí me encierra en el silencio. Creo que la violencia hace esto. Da vergüenza. De hablar, de pedir ayuda... y da vergüenza la sensación de culpa por no haber visto los indicadores a tiempo o por no haberles hecho caso. La vergüenza de una ruptura con bullying es la vergüenza de haber fracasado amorosamente sin paliativos. De que lo que entendías como amor se ha convertido en odio de la noche a la mañana. Y la vergüenza de reconocer tu dolor porque crees que es consecuencia de la pérdida y no de una práctica violenta. Un duelo mejora con el tiempo, pero cuando estás recibiendo violencia todo es retroceder, todo es ir a peor, y te hace sentir culpable estar aún tan hundida, tan ahogada.

La violencia también da miedo, un miedo que va creciendo, que se va alimentando del miedo. En realidad nadie te puede herir eternamente. Llega un día en que tanto te da, en que ya no te pueden afectar más ni te pueden decepcionar más. Pero queda el miedo a volver a pasar por aquel estado. Es un miedo compartido, además, con el entorno. Y al final también sientes culpa de exponerte y arriesgar, de que el entorno tenga que volver a recogerte después de tantos meses de estado de emergencia. Ahora que ya estás bien debes volver a barajar. Pero no estoy barajando, me estoy poniendo de pie, estoy denunciando. Y vuelta a empezar en el ciclo infinito de la víctima que no encuentra espacio, ni aliento, ni ganas ya para denunciar. Esto es también lo que hace la violencia. 

Las compañeras que conocen bien el acoso escolar me cuentan que para poner fin a la situación la clave se encuentra en los testigos, en su posicionamiento. Por alguna razón, sin embargo, seguimos considerando que el hecho amoroso no es tan político como para meterlos a ellos. Es privado. Y que cuando se rompe una pareja siempre pasan 'cosas'. Que al final todo vale. Y no, no todo vale. 

Si la respuesta en casos de acoso escolar está en un entorno que se posiciona y dice claramente 'así no', tal vez es esta la respuesta colectiva que nos podría servir, si es que queremos o necesitamos alguna. Decir 'así no', 'en este espacio no', y preocuparnos cuando alguien desaparece de los espacios y vemos el percal. Porque nuestro mundo es pequeño y el percal se ve si prestamos un poco de atención. 

Es necesario que la vergüenza cambie de lado, que sea la obscenidad del abuso la que avergüence a quien está abusando de estas ex parejas que ni siquiera son eso: que son los cadáveres emocionales que dejamos en la cuneta, los despojos que abandonamos cuando ya no nos hacen ningún servicio y que permitimos que se conviertan en eso, los cadáveres de nuestros amores feministas y rellenos de palabras de cuidado. 

Termino aquí. No responderé a réplicas porque esto no es una guerra: es una denuncia, personal y política. Porque quiero que esta situación se detenga por mí, pero también porque quiero que la experiencia vivida sirva para la experiencia colectiva. Que mi denuncia, que decir 'a mí también me ha pasado', se convierta al menos en un ladrillo en la construcción de una política amorosa que incluya una ética de la ruptura y que esté realmente a la altura de nuestros deseos y de nuestros espacios de cuidado.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Transfeminismo o barbarie